Escribo poesía

Escribo poesía
no porque el poema
sea la única verdad
o la máxima expresión de la belleza
o una fuente inagotable de energías positivas.
Tampoco para que me llamen poeta.
Y no creo que escribir poesía
sea un acto especialmente sublime
ni que eleve mi espíritu
a un estado puro de armonía.

Simplemente
me gusta estar sentado en un jardín
e intentar describir lo que sucede.

Tiempo

Asomarse
a ese agua que descifra
el dorado lenguaje
de los flamencos.
Acariciar la red
cuando atrapa sueños
de mares ajenos.
Empujar nostalgias
de paisajes que nunca existieron.
Deslizarse
virgen por una nieve virgen
y luego sumergirse ciego
en el pequeño mar del mapa.
Mirar la jaula
donde habita la muerte
y esperar la llegada
de su libertad.

Oboe

La nota en la lágrima.
El tren se aleja
y hay un aire frío de otoño.
Dice el oboe
la tristeza que abrasa.
Y nosotros desnudos,
quietos,
desahuciados.
Ya no hay tren,
el aire insiste
y la nota aún es un recuerdo que perdura.
Todavía la oiremos cuando vuelva
esa primavera que quisimos
y alguien nos diga
que el tren ha regresado.

Musa

Te esperé
sentado ante un montón de hojas en blanco
y la botella
medio vacía a veces
y otras medio llena.
Pensé que traerías
un hallazgo entre las letras torturadas,
versos con el recuerdo
de la mujer que no supe amar,
el llanto en el alcohol cuando se vuelve poema
y la canción de un juglar.
Llegaste de la mano
del sueño, la soledad
y el oscuro reflejo de la nada.
Como siempre.

Libertad

Decir muro y caer
la espera del viejo,
eslabón tras eslabón,
en la orfandad del otoño.

Decir tiempo y nacer
la víscera al abrigo
del nido. Y el pan
cuando sangra en el hueco.

Decir aire y volar
la pluma entre la herrumbre
y la reja que el canto
del jilguero mata.

Decir grito y dejar
la herida abierta
al verso oculto
en la boca de hambre.

No es la noche

No es la noche,
no.
Es un día que se agota
cuando caen las amapolas negras.
La huella que naufraga
tras la sombra de un roble.
Una mirada que acerca la línea
cuando el océano arde.
La magia.
El silencio en el volar del águila.
La suave indolencia del caracol.
No es la noche.
Todavía.

Cuatro poemas de Gabriel Alejo Jacovkis

Estos cuatro poemas tienen algo en común: de alguna manera hablan sobre el misterio de la palabra.

Ellas

Eran bellas
caminaban lentamente
escribían la poesía del ocaso
hablaban con la suavidad de las manzanas
amaban a seres que crecían en sus versos
cazaban ilusiones entre espigas de lavanda
enseñaban a enseñar
inventaban números
creaban artes
y a veces
también morían