Indiferentes a la mirada,
con el desorden
de una vieja película muda
se empeñan en acudir a la verdad.
Entonces
la casa que miraba a las vías del tren
tiende la mano al lago
y los patos se acercan al pequeño muelle
donde el niño intenta pescar
creyendo que ya no es niño.
La serpiente escondida entre los troncos
recuerda su cabeza cortada
y el puente cobija la visita
de las risas y los planes.
Todo se vuelve arco iris
mientras espero que las palabras lleguen
para escribir el poema que dibuje
un olor de eucaliptus
al borde de la acequia
a donde el perro asistía
puntual
y riendo.
Tal vez usted no sepa
que los perros ríen
y el eucaliptus vigila
los únicos barcos
que navegan por el hilo de agua.
Tal vez usted no sepa
que si cierro los ojos
veo las luces de la ciudad de la otra orilla
y también las luces
de los ojos que miran conmigo
las luces de la ciudad de la otra orilla.
Y luego el alba
se escapa de nuestras manos
y ellas quedan solas con sus caricias.
Sigo esperando las palabras
de los versos que recuerden
los caminos del sur,
el puerto con casas de madera
y una cabalgata en la arena
con la muchacha
que hubiera querido amar.
Pero usted no sabe
el color que tenía la tranquera
y tampoco el del trigal.
Me senté un día a su vera
esperando un amanecer
que nunca llegó.
El fuego se hizo cargo
del desaliento y la razón
y fue entonces cuando renunciamos a la súplica.
En el cielo quedó pintada
la noche del rocío y el grillo.
No llegaron las palabras
y usted tal vez nunca lo supo.
Archivo de la etiqueta: Tren
Tres poemas de Gabriel Alejo Jacovkis
Oboe
La nota en la lágrima.
El tren se aleja
y hay un aire frío de otoño.
Dice el oboe
la tristeza que abrasa.
Y nosotros desnudos,
quietos,
desahuciados.
Ya no hay tren,
el aire insiste
y la nota aún es un recuerdo que perdura.
Todavía la oiremos cuando vuelva
esa primavera que quisimos
y alguien nos diga
que el tren ha regresado.
Dos poemas de Francisco Javier Solé Ribas
El orden del viajero
El tren curva un acero
que arropa peldaños de sueño.
El viajero dijo saber
el orden de las ideas
y el arco iris de la brisa
aunque las bocas hablen
en la voz de otros.
Ahora el cristal es negro
y el ruido trocea las palabras.
Vendrá la luz inquieta
cuando el árbol sea un vértigo
y el ojo baile
la danza de los duendes.
Imposible escribir un poema surrealista
Intento escribir
un poema surrealista
pero las lagartijas
ya no dictan palabras
en los bosques redondos.
La habitación del armonio
esconde los maullidos
del sueño violeta.
El tren se detuvo
en la anteúltima estación
donde la cortina baila
un viento de almendros.
Incontables motivos
me impiden escribir
el poema surrealista.
El músico del tren
La nota busca la caricia
de alguien que la intuya
en el vagón amodorrado.
A dúo con la rueda
que pule la vía
el arco se empecina en evocar
un prado lejano,
un baile,
una pasión.
La romanza llega
rallentando a la estación.
Alguna moneda habrá
que no alcance a pagar
la distante nostalgia
de ese tono menor.
La película
Los fotogramas corren por el lienzo
entre los pensamientos del viajero.
Reúnen chicas que corren,
amapolas, torres de luz
y la silla que extraña
al anciano mirando a la distancia.
En su transparencia,
la ventanilla del tren
guarda las imágenes
que el ojo olvida.
La sonrisa
Una gorra, la carpeta de la uni,
el bolso y un mantón.
Con una novela entre sus manos
sonríe indiferente al tren.
Lee hoja tras hoja
hasta que cierra el libro
pero la sonrisa no.
Ignorando a su dueña
queda flotando en el vagón.
El consuelo
Aunque un día evoques
los poemas que las manos dibujaban en el aire
o el paseo al amparo de una orilla
o aquel vino que reímos inconscientes.
Aunque en alguna siesta amodorrada
abras el cajón donde duerme tu cuaderno
y encuentres la huella
de los senderos olvidados.
Aunque en tu tranquilo atardecer
yo te sonría desde el árbol-casa
y el pan se hornee con pausa pueblerina
y beses la mano que escribió la carta.
Aunque el tren te anuncie
la llegada a la estación lejana
que entonces guardaba
esbozos de esperanzas y futuros.
Aunque yo pase a ser
un amable despojo en tus memorias
tal vez no te haga daño mi recuerdo
por que nunca sabrás cuánto te quise.