Tendió el poema al claro de una luna de agosto. La piel de la tierra aún tenía el calor de la tarde y el poema se estiró sabiendo de su latir cuando las estrofas tapizaban la cama triste, la de la lágrima y el suspiro, la del tiempo que nunca le devolvió nada. Y así, con los versos desgajados el jilguero dejó el canto en la rama y fue muriendo junto a aquella voz que lo miraba, sorprendido y sin saber el curso de las respuestas.
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Tú mirabas el poema
Las palabras mordían
rincones de leyendas
y mientras tanto
tú mirabas el poema.
Ellas eran el dibujo de los bosques,
el canto de pájaros nocturnos,
la miel en colmenas yermas.
Pero tú mirabas el poema
cuando volaban las cenizas y las flores,
los niños olvidaban el camino,
había amantes
tras los muros que el tiempo derrumbaba
y pequeñas lagunas encerradas.
Entonces tu mirada
era la voz que verso a verso
murmuraba las palabras del poema.
Viajero
Vivió en la madera
y en los labios de la orilla.
Amó los rincones
pintados de distancias,
el color de los lagartos dormidos
y ese sol que castigaba la laguna.
Y luego
por la línea que labraba el horizonte
caminó sin saber
la noche y su infinito.
Rebelión
Déjelo tal cual,
señora.
Ya está bien así.
Siéntese,
y mire el aletear de la calandria
o las hojas que va perdiendo el roble
o simplemente esa nada interminable
que dibuja el horizonte.
Y escriba,
señora,
escriba los versos que han brotado
entre hilos, baldosas y cocidos.
Y camine,
señora,
camine suavemente por la vera del río.
Camine descalza y que el lodo
acaricie sus pies.
Convenza a sus vecinas
de que se unan a su viaje
y dejen todo como está
que ya está bien,
señoras.
Y así, poco a poco
sin la prisa que marcó sus vidas
acérquense a mirar
el otoño en un ocaso,
la cola de la estrella fugaz
y cómo pasan sin mandato
los lentos minutos de los días.
En «Mentidero de poetas» poemas del libro «La donna del claqué (o no me nombres)» de MJ Romero editado por Eolas.
Esa ciudad
Cuando el final
acechaba en las veredas
y los gritos herían los zaguanes
aquella ciudad
fue solo la imagen del patio de un colegio,
de la tiza que dibuja la rayuela,
de un tango que escapó del viejo fuelle.
Allí quedó atrapada
y allí se fue muriendo
mientras otras memorias
comenzaban a acunar al desterrado.
Sobre la pantalla negra
Sobre la pantalla negra
el blanco de la letra
parece un nacimiento.
Aunque hable de muerte
o la recuerde.
Sobre la pantalla negra
el blanco de la letra
me deja solo con el verso
que pasea por un patio
de palabras.
Letras, silencios y palabras
Nadie escribió las memorias
de los grillos que agotan su canto
después de los fuegos de la tarde.
Solo hay cubos llenos de días,
de versos, de lugares.
Y de silencios de serpientes.
Las letras no pronuncian
el nombre de los hijos muertos
en las guerras de otros.
Un bicho dormita en las palabras
que anuncian ciénagas y barros.
Solo queda hablar de las magnolias
cuando en verano muera su perfume.
Empeño
Amparados por las palas,
las azadas, los rastrillos
y la porfía del aire y de las horas
llegan al desierto los quijotes.
Allí
nadie sabe el color de la serpiente
ni la ausente mirada del lagarto.
Todo es un páramo que resiste los extremos.
La destrucción
devoró las paredes de una casa
que no puede ser refugio
ni de saurios
ni de sierpes.
Sin embargo
continúan llegando los quijotes
con su empeño de sembrar en lo imposible.
Pequeñas formas
Cuánto amor derrochado
junto a las pequeñas formas oscuras y antiguas
que pronto serán el dolor del fuego.
Sé que nunca podré luchar
con la desazón de saberte muerta
ni con los duendes
que atrapan las aves nocturnas.
Los dioses que maté
anidan en las tripas de un colibrí.
En mis desvelos tras el telón oscuro
dejo volar el sabor de los refranes,
las palabras que hieren la hierba
y la mano que un día derramó la sangre.