Tiempo

Asomarse
a ese agua que descifra
el dorado lenguaje
de los flamencos.
Acariciar la red
cuando atrapa sueños
de mares ajenos.
Empujar nostalgias
de paisajes que nunca existieron.
Deslizarse
virgen por una nieve virgen
y luego sumergirse ciego
en el pequeño mar del mapa.
Mirar la jaula
donde habita la muerte
y esperar la llegada
de su libertad.

Presencias

Cada tanto las presencias
despiertan de letargos mentirosos.
Al llegar a una esquina
el andar indolente
queda suspendido en un gesto de alerta.

Un olor a pintura
reconstruye la imagen de la casa nueva
con paredes blancas,
libros, fotos, afiches,
una red de pescadores teñida con té
y la ternura que siempre perdía
jugando a la escondida.

Súbitamente
todo se oscurece.
Ellos entran con el colmillo de la muerte.
Las paredes se visten
con el tufo del espanto.
El refugio muere
y la casa queda hueca de nosotros.

¿Quién pisa ahora
las huellas de ese amor
que palpitaba en los rincones?