El labio en la roca

«El labio en la roca» es un libro de poemas que escribí durante el 2017. Lo he editado en forma digital y os lo podéis bajar gratuitamente del blog en la página «Descargar mis libros». Como aperitivo aquí va el primer poema del libro:

Detener el vuelo

Detener el vuelo
y posarse en la vida de la roca
por donde mana
el agua del desierto.
Besar la piedra
y descubrir que sonríe
con la paz de una madre.
Descifrar la raíz
oculta bajo un manto de liquen
e iniciar el camino
aunque el final no exista.
Obedecer a un dios desconocido
y no amar al hijo.

Creer la leyenda
y así escribir el poema.

La última mirada

Si hubo una última mirada
cubrió tus ojos con el recuerdo
de las horas del domingo,
con el olor de los pinos en la arena
y con el canto de voces
que hacían la historia
en vorágines de libros y combates.
Si hubo una última mirada
viste a papá sonriendo en la penumbra
como sólo lo hacen algunos moribundos,
susurrándote su amor entre los años.
Si hubo una última mirada
en ella estaba Pablo
con su asombro, su miedo y su tristeza.

Yo sentí que el relato volvía a desgranarse
al no ver tus pasos hacia la mancha oscura.
Pero ojalá oyeras de mis labios secos
las notas lejanas de esa canción en idish
en la que sería tu última mirada.

Una gota en el mar de alambre de espino

Mirad la gota sobre el pañal
que va en busca del niño
muerto en el fondo del mar
abrazado a su madre
ya sin leche
ya sin piel
ya sin ojos
ya sin nada
nada
nada.

Mirad la gota de agua.
Ya no sabe
a ese mar azul que vio el poeta.
Probadla
y no digáis mañana que no veíais danzar
al vapor de la muerte en vuestras playas.

Probad el sabor
de esa gota manchada
en la sangre del grito
que por última vez os llamó
desde ese mar de alambre de espino.

Recuerdos maltratados

 

No puedo escribir
lo que te quiero,
lo que te quise.
Sólo afloran recuerdos maltratados.
Una flor en el jardín.
Un teléfono y un vaso.
Guardapolvos y veredas.
La insulina, una caricia.
Y esa lucha entre quien soy
y el que quisiste que fuera.

El viento lleva historias
que caben en el hueco de otra historia.
Yo sigo y vos estás
en un lugar donde el misterio no responde.

 

Dos poemas a mamá

El testigo

Ayer
la muerte visitó al testigo.
Con tres golpes de plumero
le recordó
que hace tiempo había partido.
Ayer
se acabó la vigilia estéril
y el fin dio comienzo al fin.
El testigo
no presenció su trance.
Hace tiempo había partido
y ciego,
no veía el sacrificio.
Ayer
murió el nacimiento,
el niño se hizo viejo,
calló el saber
y no pudimos atrapar la idea.

Lamentablemente

Sigo siendo,
como siempre me enseñaste,
un irredento ateo.
Hoy quisiera
renegar de ello
aunque más no fuera
por un solo instante.
Pero no puedo,
y mucho menos por conveniencia
y entonces
me despido de manera irremediable.
Y te digo
adiós,
no te veré más,
nunca más,
tú te has ido
y yo me quedo aquí
sin poderte preguntar
si Luis fue compañero de papá.