Aquí

Aquí el dolor de la ausencia,
aquí el ave que atormenta su vuelo,
aquí la distancia y aquí el olvido.
La vida en otros,
el furor al rayar el alba,
el brote y casi la flor.
Aquí el hambre,
la barca y el grito.
Aquí la dignidad y la derrota,
aquí el temblor que amamos,
aquí la palabra y aquí el polen.
Musgo,
hombres vencidos, la piel,
la calle y el pasado.
Aquí el latir del caballo,
la carta que no viaja,
un arroyo y el pez.
Aquí la edad,
aquí el tiempo y la miseria
aquí el dolor y aquí el abismo.
Aquí el lugar donde volvió el nacer.
Aquí donde será la muerte.

El que nunca llegará

El que nunca llegará
es un hombre
que extravió la llave
y en la espera
aprendió el olor de las adelfas,
las encinas, los madroños.
Que habita cuevas
donde duermen poetas ciegos
cansados de mirar donde no ven.
El que nunca llegará
olvidó el dibujo de los mapas,
los puntos y las rayas
y el orden de los colores.
El amor del que nunca llegará
es un tronco con raíces en la nada.

escribir

escribir
escribir sin parar
sin pensar de corrido sin puntos ni comas
con la urgencia de la boca en el mar
la rabia del currante
la pasión de los que esperan el primer amanecer
escribir al muerto que nos habla
desde la memoria y desde el olvido
escribirle al que no dejamos de obligar a renacer
al que rompió la paz que nos cansaba
al que está en nuestra piel
al que nunca se marcha
escribir por amor
por dolor y por odio
escribir para vos
para tú para él
escribir para nadie y morir en la letra
escribirle a la mancha pequeña
que tiene por cielo
el peso del agua
que albergó la plaza
y el aula
que rompió la risa
y la regaló sin miedo
escribirle al árbol al fruto
a la hoja y la gota
a la tierra
a la sal a la herida
escribirle a la que hundió
el grito en la sangre del no
a la del terror de la llave
a la que parió el dolor
cuando nació mujer
escribir puertas
besos prohibidos armarios
y desprohibir todo escribiendo
escribir sin parar ni pensar
así
de corrido
sin puntos ni comas

Abrir esa puerta
que da paso a la sombra
mientras se tejen los dolores
en la apenas luz del otoño.
Imposible escribir el bramido
del lobizón que lucha contra su piel
o el roce de sedas perfumadas
cuando el olvido cubre las letras.
Mañana sentiremos el aroma
del pan recién horneado
pese a la cizaña
que crece a la vera del trigo.

Pesadilla

La bestia empuña la sombra solitaria,
huele la muerte del deseo
y deshace el largo camino de la babosa.
La voz espera el llanto del réquiem final.
La arruga clavada en el tiempo de la herida
rezuma el ácido cigarro,
la canción ingrata y el olvido.
Los pájaros bailan
sobre el cadáver tendido
en la escena infinita del desierto.
La música suena en el espanto
de las vírgenes que miran
el placer lejano.
De cada flor surge la náusea.
Arlequines, bufones, malignos
y soñadores de alboradas grises,
todos beben lo prohibido
entre el vómito y la risa.

Y la mañana no llega a romper
la ardiente tiniebla del soldado muerto.