Atropellos cotidianos

Y súbitamente
se tiñeron de amarillo
los recuerdos, el mañana,
el ruido de la llave y de la puerta,
el pequeño gesto,
una frase,
los preludios del pavor.

El amarillo feroz
la lleva a la cama helada,
duele en el hueco que dejó la ternura,
anuncia la torva mirada
que sale del plato de sopa caliente.

Todo se vuelve amarillo
cuando un hálito de horror
acaricia la brisa oscura,
la culpa ahoga
al cuerpo equivocado,
el día es noche y borrasca,
la ira es una vara repentina
y la esperanza clama para que la vida huya,
vuelva al negro del silencio,
del túnel secular,
del fondo marino,
del abismo,
la pupila,
el punto,
el final.