Bajo el arco iris
un olor a madreselvas.
La canción echa el ancla
y el marinero ciego
ya cansado de silbar
piensa en el camino.
El cangrejo muere de sed
en la playa que mañana habrá.
Los arlequines bailan desnudos
en una esquina con mago y ajedrez.
Un niño pinta cabras
en botellas que lanza al mar.
El cangrejo, un arlequín,
el marinero y el niño
se sientan a esperar el resplandor.
Archivo de la etiqueta: Mañana
El mañana
El mañana pasó
vestido con los pétalos secos
de lo que fue una flor.
También lucía
un orgullo masacrado,
un sombrero sin canas,
un reloj que marca las dos
y el poema que algún día escribirá.
Cadena
El temor de que la gota vuelva
a horadarle los sesos
inquieta sus pasos
cuando entra a la cocina.
Pero el grifo ha enmudecido.
El aroma del café
no rompe el frío hedor
de los movimientos que se repiten.
La calle espera
con una paz falsa
en la que ya nadie cree.
Al salir ladrarán los perros
y no sabrá por qué.
Abre la puerta y piensa
que si roba una flor
del rosal de su vecina
una espina se clavará en su dedo
y ese será
el dulce e injusto castigo
en una mañana que se atardece.
Entonces mira su bata
y comprende que hoy
no es buen día para salir.
Mejor será volver a la cocina
a ver pasar la quietud
mientras toma su medicación.
Abrir esa puerta
que da paso a la sombra
mientras se tejen los dolores
en la apenas luz del otoño.
Imposible escribir el bramido
del lobizón que lucha contra su piel
o el roce de sedas perfumadas
cuando el olvido cubre las letras.
Mañana sentiremos el aroma
del pan recién horneado
pese a la cizaña
que crece a la vera del trigo.
Una gota en el mar de alambre de espino
Mirad la gota sobre el pañal
que va en busca del niño
muerto en el fondo del mar
abrazado a su madre
ya sin leche
ya sin piel
ya sin ojos
ya sin nada
nada
nada.
Mirad la gota de agua.
Ya no sabe
a ese mar azul que vio el poeta.
Probadla
y no digáis mañana que no veíais danzar
al vapor de la muerte en vuestras playas.
Probad el sabor
de esa gota manchada
en la sangre del grito
que por última vez os llamó
desde ese mar de alambre de espino.
Vamos
Frío en la plaza.
Cuchillo oxidado
en la piel blanca.
Hambre de muchos
consuelo de ricos.
Desamor.
Dolor de sombrero.
Miedo al mañana muerto.
Salpicadura del charco.
Paraguas que da vuelta un viento.
Árbol seco.
Inundación.
Desierto.
Y mientras tanto vamos andando.
Pesadilla
La bestia empuña la sombra solitaria,
huele la muerte del deseo
y deshace el largo camino de la babosa.
La voz espera el llanto del réquiem final.
La arruga clavada en el tiempo de la herida
rezuma el ácido cigarro,
la canción ingrata y el olvido.
Los pájaros bailan
sobre el cadáver tendido
en la escena infinita del desierto.
La música suena en el espanto
de las vírgenes que miran
el placer lejano.
De cada flor surge la náusea.
Arlequines, bufones, malignos
y soñadores de alboradas grises,
todos beben lo prohibido
entre el vómito y la risa.
Y la mañana no llega a romper
la ardiente tiniebla del soldado muerto.