Rebelión

Déjelo tal cual,
señora.
Ya está bien así.
Siéntese,
y mire el aletear de la calandria
o las hojas que va perdiendo el roble
o simplemente esa nada interminable
que dibuja el horizonte.
Y escriba,
señora,
escriba los versos que han brotado
entre hilos, baldosas y cocidos.
Y camine,
señora,
camine suavemente por la vera del río.
Camine descalza y que el lodo
acaricie sus pies.
Convenza a sus vecinas
de que se unan a su viaje
y dejen todo como está
que ya está bien,
señoras.
Y así, poco a poco
sin la prisa que marcó sus vidas
acérquense a mirar
el otoño en un ocaso,
la cola de la estrella fugaz
y cómo pasan sin mandato
los lentos minutos de los días.

La voz del niño

«ignorando que el hombre del saco

es quien le besa

cada mañana

en la cancela de una devota escuela.»

Javier Solé

Cuando sea grande

escribiré poemas

en revistas que se llamen «Proa»,

o «Combate» o «Adalid».

Podaré un cerezo

y haré caminatas con mi perro

por una montaña

que albergó esperanzas.

Buscaré el nombre perdido

entre los restos de la historia.

Cuando sea grande

soñaré con una infancia verdadera.

Pero entonces será tarde.

Demasiado tarde.

Escribo poesía

Escribo poesía
no porque el poema
sea la única verdad
o la máxima expresión de la belleza
o una fuente inagotable de energías positivas.
Tampoco para que me llamen poeta.
Y no creo que escribir poesía
sea un acto especialmente sublime
ni que eleve mi espíritu
a un estado puro de armonía.

Simplemente
me gusta estar sentado en un jardín
e intentar describir lo que sucede.

Cuatro poemas de Gabriel Alejo Jacovkis

Estos cuatro poemas tienen algo en común: de alguna manera hablan sobre el misterio de la palabra.

Sombras y poemas

A mi amigo Javier Solé

El cristal de una perpetua sombra
tiñe la mirada
con el color del hueco.
A veces, cuando el tormento
mastica horas y distancias,
el poeta deja de vivir la muerte
porque entra a otra verdad.
Pero en un pan,
en un libro,
en la ropa de una muñeca de trapo
o en el vacío que lleva anclado su nombre
ella vuelve
mientras los poemas
florecen en la arena que inunda
el latir de lo que nunca
hará brotar la sangre.

Instrucciones para llegar a ser un poeta famoso

Para lograr la fama como poeta
será mejor que combines
actitudes, gestos
y conductas que complementan
el hermoso y duro oficio
que has elegido cultivar.
Lo más importante es ser borde
y para ello hay que entrenarse.
Nunca contestes a las invitaciones.
Si has aceptado alguna
porque puedes sacarle partido
debes llegar tarde
y por supuesto no saludar.
No dejes que se borre
el gesto grabado en tu rostro
semejante al de quien huele
mierda de su bigote.
Lee siempre del teléfono
para que sea evidente
que nunca preparas tus lecturas
y no olvides decir antes de cada poema
que pertenece a tu próximo libro.

En las reuniones importantes
a las que nunca estás invitado a recitar
siempre debes hacer acto de presencia
con una copa de la rara marca
de ginebra que tú bebes
y una boquilla sin cigarro.
La gorra es importante.
Siempre la misma,
envejecida y no muy limpia.
Pero sin llegar a sucia.
Dirás con frecuencia que admiras a Bukowski
y a algún poeta húngaro
poco conocido
o inventado.

Despreciarás a los clásicos españoles
y a todos los poetas muertos,
salvo a los suicidas
sobre todo si son sudamericanos.

Tus versos deben estar
plagados de palabras
como esperma, felación,
ebriedad y bisexual
y frases como
esta jodida angustia hipertrofiada,
coitos anales aposentados en la inútil tauromaquia,
sus bellos pezones foráneos que flagelan mis retinas,
la gratuita prostitución de la virgen María
o la pedofilia de Dios.
Deben ser versos
galimáticos, rompedores, sentenciosos,
torturados en la forma y en la idea.

Y por sobre todas las cosas
hablarás de ti,
de cómo abandonaste
la esperanza de ser comprendido,
de tus futuros proyectos poéticos
y de lo poco que te importan
el éxito,
la opinión de los demás
y los premios.

La vela

En la vela
la llama agota su existencia sin saberlo.
También ella nace
y comienza su camino hacia la muerte.
Aferrada al pábilo
con misterioso afán,
baila sola
una suave danza de secretos.
La columna se transforma
en figuras modernistas
hasta que,
agonizante,
el cabo aprisionado
ahoga su fulgor
en un cáliz de cera.
La luz
fue un suspiro mudo.

De «El libro y el poeta»

Una gota en el mar de alambre de espino

Mirad la gota sobre el pañal
que va en busca del niño
muerto en el fondo del mar
abrazado a su madre
ya sin leche
ya sin piel
ya sin ojos
ya sin nada
nada
nada.

Mirad la gota de agua.
Ya no sabe
a ese mar azul que vio el poeta.
Probadla
y no digáis mañana que no veíais danzar
al vapor de la muerte en vuestras playas.

Probad el sabor
de esa gota manchada
en la sangre del grito
que por última vez os llamó
desde ese mar de alambre de espino.