A veces el viento

En la muerte de Juan Gelman

A veces el viento
llega hueco.
Sin luna, ni arrebato, ni silbidos,
ni el alivio del recuerdo.
La luz se estanca
en la pesadez del ojo.
En la cabeza se agolpan
las palabras sueltas.
Los pasos se arrastran
con un gesto absurdo.

Es entonces cuando el frío
nos deja inertes
en el rincón de la muerte de otro.

La rata muerta

Con un ojo seco
la rata muerta mira el paso de los viandantes.
La boca alberga el gesto inútil
de un colmillo que amenaza al vacío.
Las abuelas tapan la cara de los niños,
el que pasea al perro tuerce su camino,
la señora del vuitton pierde compostura
mientras la rata, insensible,
sigue allí esperando
al turno de crisis que limpie la ciudad.

El perchero

El perchero espera
a que el pensamiento decida colgarse
y descansar de planes imposibles,
castillos de naipes,
novias impacientes.
Entonces el peso de un loden lo rompe
y origina una cadena de infortunios:
manchas indelebles, móvil inservible,
siembra de monedas
y una agenda que equivocará
eternamente las citas importantes.
Es indudable que como huésped
hubiera sido mejor el pensamiento.