A mi amigo Javier Solé
El cristal de una perpetua sombra
tiñe la mirada
con el color del hueco.
A veces, cuando el tormento
mastica horas y distancias,
el poeta deja de vivir la muerte
porque entra a otra verdad.
Pero en un pan,
en un libro,
en la ropa de una muñeca de trapo
o en el vacío que lleva anclado su nombre
ella vuelve
mientras los poemas
florecen en la arena que inunda
el latir de lo que nunca
hará brotar la sangre.
Sublime e intensamente misterioso. Me encanta la atmósfera que creas en el poema, incita repetir la lectura una y otra vez. Felicidades!
Muchas gracias, Marisa. Me alegra mucho que te haya gustado.