La llegada

El barco llega al zaguán
de la puerta cancel cerrada.
La vereda acoge
tres valijas de ayeres
y la engañosa entereza
que nos prestan los objetos.

Luego anuncia, arrogante,
que se lleva en su bodega
un pedazo de retorno.
Los ojos del exiliado
miran con tristeza de abandono.
La ciudad vacía
pone en marcha su reloj.

Mujer en la playa

Aún adormecido
el reflejo del sílice
tiene la playa
un secreto de foto antigua.
Desierta.
Sin brisa.
Quieta.
El mar se empeña en arrullar la arena
y deja un manto de espuma tenue.
Sentada ante la línea inmóvil
una mujer sola
desafía al tiempo
y escribe, despacio,
la vieja carta:
“Otro mar
borra mis pasos en la arena”.

 

Del poemario «El libro y el poeta»

 

Sueño de ratón

El reloj contra el espejo
marca las deshoras.
Las canicas caen al revés
y el abrojo
pinta un caballito
en el mar de las montañas.
Salgo a mirar los picaflores
y veo entre los cielos
un ratón que sueña con ser nube.
Trepo por la cuerda del columpio
con un ramillete de agujeros de gruyer.
Canturreo una canción que no protesta
y llego al viejo andén.
El viento
hace remolinos con historias
y papeles de envolver encantamientos.
El sueño del ratón se come el queso
y la nube se sube al tobogán.

Mirando al Sur

Te has tomado un descanso en tu añorar.
Los recuerdos quedan solos a tu espalda.
Hojeas sin prisa un periódico cualquiera
y buscas la noticia que nunca escribirán.
Allá lejos,
tras aquella línea curva
la vida es de otra gente,
el Sur existe y tú no estás.
Cuando asome la noche
y vuelvan en silencio los recuerdos,
entrarás al bar
de la mano de un pedazo de nostalgia.
En la mesa de siempre mirarás por la ventana
y habrá un hueco:
el de otro bar, otro banco,
otra mesa, otro mar.

Del libro «Del alba al ocaso»08MiralSur

Fotografía: Héctor Zampaglione

Las olas

Desnudo al atardecer
cuento las olas,
las clasifico.
Hay una que sube callada,
otra que quiso ser
y aquella que ahoga un recuerdo
entre la sal y la espuma.
Camino mi desorden por la arena que mojan
y espero a que una se lleve el silencio
al secreto abismo que las crea.

Presencias

Cada tanto las presencias
despiertan de letargos mentirosos.
Al llegar a una esquina
el andar indolente
queda suspendido en un gesto de alerta.

Un olor a pintura
reconstruye la imagen de la casa nueva
con paredes blancas,
libros, fotos, afiches,
una red de pescadores teñida con té
y la ternura que siempre perdía
jugando a la escondida.

Súbitamente
todo se oscurece.
Ellos entran con el colmillo de la muerte.
Las paredes se visten
con el tufo del espanto.
El refugio muere
y la casa queda hueca de nosotros.

¿Quién pisa ahora
las huellas de ese amor
que palpitaba en los rincones?

Coronación

La brisa mueve
los envoltorios y los peinados.
Agita también los banderines grises
pues la ocasión no permite los colores.
Los lujosos coches pasean lentamente
su selecta carga impuesta.
Hay palabras que un poeta nunca escribe.
Se escuchan con devoción.
Son suaves, estudiadas,
a veces esdrújulas.
Y tras cada frase
un crítico avezado
interpreta las nadas
y las llena con vacíos.
Ya que estamos
bien como estamos
la voz nos promete seguir eternamente.

Pensares (II)

 

  1. La gota busca el cáliz

    entre los ojos que la arena esparce.

    Rendida cae sobre el espejo azul

    anegado de rostros sin imagen.

  2. En el camino

    versos desesperados

    gritan ausencias.

  3. Por la mañana

    el sol aleja la idea oscura.

    Aquieta el gélido silencio

    y pinta de luz los huecos.

    El jardín es casi primavera.

  4. El amanecer atrapa

    por un instante

    el viaje del sol.

    Es entonces cuando florece

    tu pelo encendido

    por la noche muerta.

  5. Se mueven en silencio

    trovadores y jinetes.

    En la ensoñada paleta

    intento descubrir

    el color de mi añoranza.

  6. En su oscuridad

    la historia crece

    cada vez que el paso elige la roca

    y la presa mata al halcón.

    Pero aún falta

    el trazo del testigo.

  7. El árido labio del paisaje

    vigila la boca muda.

    El dolor se confunde

    con la astilla de un espejo

    apuñalado en la arboleda.

  8. Sobre las ramas rotas

    yace el duende de un niño.

    La espera tizna su cara

    con la lágrima fundida

    en la respuesta ausente.

  9. La sombra trenza pasiones

    y llora la muerte recurrente,

    una fuga por abismos,

    la agonía del beso

    y el libro que vive en las cenizas.

  10. Y entonces amanece

    en nidos oxidados

    y edades de papel.

    La vieja música

    dibuja en mi inquietud

    el signo sereno de la nostalgia.

 

El caballo muerto

Cuando el sol insinúa
la pequeña despedida
pasa un carro lento
por los fatigados adoquines
al ritmo de los cascos y las ruedas.
Detrás
el bastidor soporta
la triste carga del caballo muerto
que encamina su silencio
al perfume del jabón.