La brisa mueve
los envoltorios y los peinados.
Agita también los banderines grises
pues la ocasión no permite los colores.
Los lujosos coches pasean lentamente
su selecta carga impuesta.
Hay palabras que un poeta nunca escribe.
Se escuchan con devoción.
Son suaves, estudiadas,
a veces esdrújulas.
Y tras cada frase
un crítico avezado
interpreta las nadas
y las llena con vacíos.
Ya que estamos
bien como estamos
la voz nos promete seguir eternamente.
La monarquía en las manos de Gabriel es el azucarillo en la taza de café que el poeta sorbe cada mañana…
Es que yo lo tomo amargo…