Buscar la farola
fue el gesto que consumía el tiempo.
La noche en la ciudad extraña
hablaba un idioma sin recuerdos.
Sin embargo
hubo el empedrado
que rompía las ruedas de los carros
y el puerto abrió su olor
al tugurio donde ahora
acude el desmayo del borracho.
Nunca volví a ver
al marinero ciego
que dijo adiós a la última gaviota.
Hoy toca ir hacia otro sur
y aprender el sabor de la distancia.
Rozar el cabo que se afirma en tierra.
Dibujar el verbo.
Aferrar la multitud de memorias
que agonizan tras el abandono.
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Geometrías
Sin cruzar la grieta
por la que se cuela el sol
los pasos rodean la umbría.
La locura que mora en el círculo
atrapa el silencio de la cuerda
y un aquelarre se angosta en el borde
cuando el malabarista muere
detrás de la línea.
El punto alcanza lo eterno
de la estirpe de lágrimas
que conjuran el grito.
Un baile en la esfera
traba los pasos del payaso
y el payaso gira huérfano
por la ausencia de rincones.
Nadie devuelve el pie robado
al viejo funámbulo
que duerme en el trapecio.
La función acaba
en un óvalo que anhela
la distancia invariable.
Mientras sueño
Mientras sueño
digo que te amé
como ahora amo tu recuerdo.
Caminas por la playa
y el médano es un viejo enamorado
que sin pudor te observa con anhelo
y yo
un jinete que galopa por la arena.
De «El Libro y el poeta»
La verdad en la palabra
A mi amigo Fernando Griffell
que nos dejó solos en este escenario vacío.
Se piensa origen de la lágrima que quema,
dueña de la tragedia,
colapso de lo que se amó
pero cada vez que se repite
alberga en su oquedad
el significado falso.
Será certeza
cuando su inclemencia espante,
cuando la tristeza se cobije tenaz
tras un recuerdo
o en la frase que aquél dijo al pasar
o en la estela de la hermosa mujer
que nunca vio la desventura de los cuerpos
o en el leve movimiento de una mano.
Sólo entonces
la palabra que dibuje
el adiós para el amigo muerto
será certeza.
Barrio que anochece
A la tarde,
cuando el crepúsculo insinúa sus colores,
en las casas ya habita el dolor
que oculta la noche
en su garra de silencio.
El barrio olvida
el olor de los jazmines
y la pasión del caminante
muere en el lejano aire
que respiran los malvones.
Pese a todo habrá tiempo todavía
para el beso que selle la promesa.
La que nunca respetan los amantes.
Origen
No sé si fue
en el momento de la sangre
el grito el dolor y la sonrisa
o el día que el barco
dejó plantada a la parca
en la mancha de aceite de una piedra.
También pudo haber sido
a orillas del arroyo
junto a la voz de tu silencio
cuando el temblor de la palabra
ignoraba el viaje infinito del abrazo.
O cuando asomaron las gemas.
O las gemas de las gemas.
Tal vez hayan sido muchas
las veces que nací
tantas como muertes he tenido
menos una.
La vela
En la vela
la llama agota su existencia sin saberlo.
También ella nace
y comienza su camino hacia la muerte.
Aferrada al pábilo
con misterioso afán,
baila sola
una suave danza de secretos.
La columna se transforma
en figuras modernistas
hasta que,
agonizante,
el cabo aprisionado
ahoga su fulgor
en un cáliz de cera.
La luz
fue un suspiro mudo.
De «El libro y el poeta»
El músico del tren
La nota busca la caricia
de alguien que la intuya
en el vagón amodorrado.
A dúo con la rueda
que pule la vía
el arco se empecina en evocar
un prado lejano,
un baile,
una pasión.
La romanza llega
rallentando a la estación.
Alguna moneda habrá
que no alcance a pagar
la distante nostalgia
de ese tono menor.
Una gota en el mar de alambre de espino
Mirad la gota sobre el pañal
que va en busca del niño
muerto en el fondo del mar
abrazado a su madre
ya sin leche
ya sin piel
ya sin ojos
ya sin nada
nada
nada.
Mirad la gota de agua.
Ya no sabe
a ese mar azul que vio el poeta.
Probadla
y no digáis mañana que no veíais danzar
al vapor de la muerte en vuestras playas.
Probad el sabor
de esa gota manchada
en la sangre del grito
que por última vez os llamó
desde ese mar de alambre de espino.
El mar ha muerto
El mar ha muerto
y la tormenta seca
dejó una playa exhausta de horizontes.
El cielo es un cristal resquebrajado.
No hay luces ni aparejos,
el ancla navega en un desierto
callaron los cantos de marinos
y el faro dejó su luz inmóvil.
El mar ha muerto,
es la tumba del marinero ausente
y ella mira inútilmente al infinito.