A la tarde,
cuando el crepúsculo insinúa sus colores,
en las casas ya habita el dolor
que oculta la noche
en su garra de silencio.
El barrio olvida
el olor de los jazmines
y la pasión del caminante
muere en el lejano aire
que respiran los malvones.
Pese a todo habrá tiempo todavía
para el beso que selle la promesa.
La que nunca respetan los amantes.