Bajo una piedra sin musgo
descubrió su nombre.
Tampoco tenía edad
ni talla ni ceniza.
Nunca fue muro
ni escarpa ni sendero.
Brillaba
en la eterna sed
de los caminos.
Era el rescoldo del olvido
Bajo esa piedra sin musgo
estaba su nombre.
Bajo una piedra sin musgo
descubrió su nombre.
Tampoco tenía edad
ni talla ni ceniza.
Nunca fue muro
ni escarpa ni sendero.
Brillaba
en la eterna sed
de los caminos.
Era el rescoldo del olvido
Bajo esa piedra sin musgo
estaba su nombre.
En el camino de sirga
vaga el murmullo de la plegaria
y el gesto dibuja tumbas vacías.
Allí ha muerto la sonrisa triste.
El agua cubre la miel
y grita la barca nombres sin rostro.
Cuando el día decida mirar
los ojos del niño ciego
el barquero forjará el rumbo
que encuentre la sombra
donde el musgo crece.