Empeño

Amparados por las palas,
las azadas, los rastrillos
y la porfía del aire y de las horas
llegan al desierto los quijotes.
Allí
nadie sabe el color de la serpiente
ni la ausente mirada del lagarto.
Todo es un páramo que resiste los extremos.
La destrucción
devoró las paredes de una casa
que no puede ser refugio
ni de saurios
ni de sierpes.
Sin embargo
continúan llegando los quijotes
con su empeño de sembrar en lo imposible.

El poder de la infancia

Era un arroyo de llano:
turbio, lento.
En sus aguas
navegaban sólo espigas.
Nos acercábamos
cruzando un páramo sin sombra,
sin camino,
sin la flor
de siempre en primavera
hasta llegar a su orilla
dibujada por el fango.
Todo en él era pobre
y sin embargo
la niñez lo convertía
en un río de los libros de Salgari.