Bajo una piedra sin musgo
descubrió su nombre.
Tampoco tenía edad
ni talla ni ceniza.
Nunca fue muro
ni escarpa ni sendero.
Brillaba
en la eterna sed
de los caminos.
Era el rescoldo del olvido
Bajo esa piedra sin musgo
estaba su nombre.
Bajo una piedra sin musgo
descubrió su nombre.
Tampoco tenía edad
ni talla ni ceniza.
Nunca fue muro
ni escarpa ni sendero.
Brillaba
en la eterna sed
de los caminos.
Era el rescoldo del olvido
Bajo esa piedra sin musgo
estaba su nombre.
Vi la sombra
en el fulgor de la línea final,
vi pájaros volviendo,
vi quemarse la última madera,
vi naufragios tras el relámpago,
el ardor de un verano de ramas secas
y el dolor del viento en los tejados.
Vi caminos que morían
en el sueño de los mapas.
Vi un ritual de vigilias
y vi cerrarse los ojos
cuando huyen las miradas.