En el epílogo
entro a tus objetos.
Recorro extrañado tus cuadernos
de letra pequeña, perfecta,
con citas de libros que leías,
diarios de viaje,
poetas que admirabas.
Pero no encuentro nada tuyo,
nada que hable de tu pasión,
tu desespero.
Algo surgido de tu llanto.
Tu ausencia eterniza mi pregunta.