La luz y el cobijo

Ojalá estuviera siempre ahí
la luz de esta ventana.
Siempre quieta en el árbol
y en el pájaro que vuelve cada tarde.
Quieta en el agua de la nube
y en la esperanza de un azul
que conmueve a la intemperie.
La luz de esta ventana
que dibuja tu espalda
y dicta el origen al viento.
La que me regala
el ojo y la ceguera.
La que siembra el vacío
y recoge noche a noche
el pálido agujero de la ausencia.

No nos olvidemos de ellos

Queridas amigas y queridos amigos,
Los gobiernos de Europa niegan refugio a miles de personas que huyen de la guerra. Las únicas manos que se les tienden, las únicas sonrisas, los únicos alimentos, se los brindan ese puñado ejemplar de voluntarios que desesperadamente intentan mitigar el dolor de la soledad, la ausencia, la distancia, el hambre.

A todos ellos, abandonados y solidarios dedico este pequeño poemario que he llamado «De la ignominia». Os lo podéis descargar libremente en: https://paramiuncortado.wordpress.com/de-la-ignominia/.
Os pido que si os interesa lo compartáis.

Sigilosa

Se disfraza de una niña
o de un amigo,
o de padre o de madre o de amante.
Cuando no la vemos
se prueba nuestra ropa.
Hoy me ha vuelto a cubrir de tristeza.
Pintó de ayer la tarde.
Machacó con sus palos de ausencia.
Dejó que el estupor ahuyentara mi palabra.
Hacia el magnolio.
Donde la piedra.
Cuando el invierno.

Tu soledad

A mamá

El temor de extrañar por rutina
me asalta en los rincones
de los recuerdos que navegan.
Bajo la lluvia porteña
tu ausencia es un gigante
que devora costaneras.
No sé para qué visito
los lugares de tu historia
si yacen inundados de silencio.
Comparezco ante jueces que murieron
después de olvidar las leyes
mientras vos las exhumabas
cuando la demencia mordía tus vigilias.
Demasiada soledad
para tu melancolía.

Cocido para dos

Otro idioma explica los aromas
que se enlazan con aquellos
de la infancia castellana.
El cocido convoca
a la hora temprana de cada día.
Él trajo de su exilio
el hábito de comer pronto
y ella la nostalgia
por todo lo que queda
en los infinitos rincones de la ausencia.

Sola en la cocina,
la radio a bajo volumen
y el libro en la mesa,
se quita el delantal,
el pañuelo,
sirve los dos platos
y se sienta a comer.
Hace tiempo que ha perdido
la costumbre de esperarlo.

Poco a poco el vapor de los platos
agota sus fuerzas
contra el cristal que se nubla
para que ella ignore
el eterno vacío de la calle.
De los dos, uno ha quedado sin tocar.
Como siempre.

La soledad de los cristales

Cuando el fulgor abandona las ventanas
ellos se vacían de sonrisas cómplices,
de pestañas que equivocan el atajo,
de labios dispuestos,
de muecas, necios y madrastras.
Lentamente los deshabitamos
y entonces dejan de ser.

Entre las sombras
el inútil cristal resiste en un pasillo
donde la última luz se negó al reflejo.
La tiniebla conjura el hechizo
de tener lo que no está
y la ausencia del que mira
dibuja por un momento su existencia.

La noche
es el silencio de los espejos.

La llegada

El barco llega al zaguán
de la puerta cancel cerrada.
La vereda acoge
tres valijas de ayeres
y la engañosa entereza
que nos prestan los objetos.

Luego anuncia, arrogante,
que se lleva en su bodega
un pedazo de retorno.
Los ojos del exiliado
miran con tristeza de abandono.
La ciudad vacía
pone en marcha su reloj.

Presencias

Cada tanto las presencias
despiertan de letargos mentirosos.
Al llegar a una esquina
el andar indolente
queda suspendido en un gesto de alerta.

Un olor a pintura
reconstruye la imagen de la casa nueva
con paredes blancas,
libros, fotos, afiches,
una red de pescadores teñida con té
y la ternura que siempre perdía
jugando a la escondida.

Súbitamente
todo se oscurece.
Ellos entran con el colmillo de la muerte.
Las paredes se visten
con el tufo del espanto.
El refugio muere
y la casa queda hueca de nosotros.

¿Quién pisa ahora
las huellas de ese amor
que palpitaba en los rincones?

Recuerdos maltratados

 

No puedo escribir
lo que te quiero,
lo que te quise.
Sólo afloran recuerdos maltratados.
Una flor en el jardín.
Un teléfono y un vaso.
Guardapolvos y veredas.
La insulina, una caricia.
Y esa lucha entre quien soy
y el que quisiste que fuera.

El viento lleva historias
que caben en el hueco de otra historia.
Yo sigo y vos estás
en un lugar donde el misterio no responde.