Pedazos

 

Ese leño con la huella
de lo que fue una brasa;
ese espejo fatigado
de repetir el llanto
y la sonrisa;
esa botella que imagina
que es la que apaga la sed;
ese dolor
en el costado del hijo;
esa alegría del padre
que vuelve y empapa al abuelo;
ese poema muerto
en la hoja blanca;
esa letra perdida
en la oscura tormenta del bosque;
ese acorde que nunca
volvió a decir la guitarra;
ese cincel que abandonó la rama
y ese lápiz que dibuja un horizonte
son los pedazos de un yo que camina
en la última tarde del otoño.

Para poder ser

Aún no es
y ya cree en su futuro.
El ojo está
pero no mira.
La astilla señala
el sitio de unas cejas.
La veta morirá
en la turgencia de la boca.
El sexo se presiente
entre dos ramas.
Aún no es
y confía en la mano
que roce el torso suave
nacido de una albura sin pulir.

En la penumbra
el resto de un oscuro olivo
espera la caricia del cincel.

 

Del poemario «El libro y el poeta»

Granado invernal

Desnudo en la gélida alborada
el esqueleto afila
las puntas de sus ramas.
Queda un fruto partido
colgando de su altura
con el alma roja ausente.
Me siento a su lado
y acecho el calor del brote.
Pero la tarde enfría mi prisa
y las sombras llegan antes que su savia.
Mañana, si el alba se anticipa,
la yema de una rama
será en la espera una certeza.