Ese leño con la huella
de lo que fue una brasa;
ese espejo fatigado
de repetir el llanto
y la sonrisa;
esa botella que imagina
que es la que apaga la sed;
ese dolor
en el costado del hijo;
esa alegría del padre
que vuelve y empapa al abuelo;
ese poema muerto
en la hoja blanca;
esa letra perdida
en la oscura tormenta del bosque;
ese acorde que nunca
volvió a decir la guitarra;
ese cincel que abandonó la rama
y ese lápiz que dibuja un horizonte
son los pedazos de un yo que camina
en la última tarde del otoño.
Iba a hacer un chiste estilo chiquito de la calzada, con ese piacho de poema, pero me ha emocionado demasiado como para la coña. Muy impresionante, muy hermoso.
I.
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Nunca viene mal un chiste… Te mando piacho e beso
¡Hola Alejo !
Tu poema es magnífico y entrañable como todo lo que escribes.
¡Pero qué tristeza!
Gracias por compartir esos versos con tus seguidores.
Rkia
Tu fiel seguidora desde Rabat.
Siempre es un gusto inmenso saber que me lees y te gusta lo que escribo. Gracias, Rkia!