Vi la sombra
en el fulgor de la línea final,
vi pájaros volviendo,
vi quemarse la última madera,
vi naufragios tras el relámpago,
el ardor de un verano de ramas secas
y el dolor del viento en los tejados.
Vi caminos que morían
en el sueño de los mapas.
Vi un ritual de vigilias
y vi cerrarse los ojos
cuando huyen las miradas.
Qué destrucción tan desoladora. No hay nada en el poema que dé aliento. No quedó nada. Apocalíptico, y tristemente real en la historia del hombre.
Gracias por tus versos.
Ester
Sí, Ester. Tienes razón. Y no recuerdo que estuviera especialmente oscuro cuando lo escribí. Gracias por tus lecturas y comentarios