Vale la esperanza y el tedio
si la tormenta no trae un agua
que huya por los pedales.
Vale también la pasión de la nodriza
si deshace la ruta del juglar
mientras el artífice acomoda sus brazos
frente a secretos
que nunca serán grises.
Tiembla cuando el pájaro
despierta de su muerte.
Alberga un ratón
jugando con las notas
y es la serpiente entre las cuerdas,
es el salto del lince
y a veces
la mirada del ahogado
o la fiebre de la virgen
o la caricia de un efebo
y a veces
el llanto del que sabe
que el marino ya no vuelve.
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Pena
Aunque la siesta abrace
los relojes que caminan
con la insistencia del caparazón
la tarde comienza el sendero que se angosta.
Con el olor de los jazmines
vuelven las notas que murieran
en los labios del amante atormentado
y la pena busca el único recodo
donde la noche
jamás abandona los latidos.