Lo que no se ve

Pasan sin cesar,
unas con la rapidez de la alegría,
otras con la pesada lentitud
del tedio o la tristeza.
Siempre iguales,
con la misma cantidad
de pasos, latidos y suspiros.
Pero yo
dejo de ser quien soy cada segundo.
Mis ojos miran el reloj
y son otros cada vez que lo vigilan.
Minuto a minuto
ellas pasan
iguales a sus sombras,
impasibles, frías,
sin temor al infinito,
a lo eterno, a lo incontable.

Soldados del tiempo
son el ahora muerto.

Pena

Aunque la siesta abrace
los relojes que caminan
con la insistencia del caparazón
la tarde comienza el sendero que se angosta.
Con el olor de los jazmines
vuelven las notas que murieran
en los labios del amante atormentado
y la pena busca el único recodo
donde la noche
jamás abandona los latidos.