Los sueños del poema

A Elvira Daudet,
porque dice que odia a esa vieja extraña.

La pavura del pájaro en el fuego,
la palabra condenada,
la idea que se vuelve muda,
el viento cruel de la cuesta.
Un dolor tiñe rincones
con las lumbres que agonizan.
Y sin embargo
la mancha intuye su derrota
y una guerrilla de versos
amanece cuando empuñas
los sueños del poema
en el teatro de las batallas perdidas.
Brota entonces el reflejo
en el canto de las gotas,
crece en el verso la palabra
y tú que sabes del amor en el vacío,
sigues amando
como sólo eligen
hacerlo las poetas.

Poderes

Contar la historia
de la ruina que habitó la roca.
Comprender el grito del caminante
y el motivo del soldado
que volvió de Argelia.
Oír la hoja
cuando antes de caer
aborrece al otoño.
Leer el polen
en el temblor del pétalo.
Descifrar la nostalgia de la carta
que naufragó en la noche del poeta.
Paladear el silencio de la duna.
Silbar la melodía del marino cautivo
en el puerto de los barcos
amarrados a los verbos.
Curvar el tronco del roble
con la mirada en la cuaderna.
Salir a la tarde muda
y respirar los cantos
de una infancia que dijo ser feliz.
Morder los labios
que sólo hablaron
la palabra del hechizo.
Volver a agonizar en el amor adolescente
para morir en la lumbre
del mar que nos llama
y nos ahoga con la sed del beduino.
Morir. Pese a todo morir.
Morir en cada hora
que acaba su circuito
las muertes que nos hacen inmortales
y nos nacen de nuevo
en las piedras de la esquina mancillada.