La chelista

Tras el cristal de la vidriera
el viejo chelo mira a la muchacha.
Sueña que en sus brazos
ella hubiera sido el canto del jilguero,
la nota oculta que reserva su magia,
la muerte en un acorde menor,
la pasión de Bach,
el gesto de amor que dibuja
la caricia del arco,
la angustia en el silencio.

Suite para chelo

Hay una grieta pequeña en la madera.
El libro tiene el lomo desgastado.
La pelusa agazapada
acecha a la brisa en un rincón.
La lluvia golpea en mi ventana
y siento el suave olor
del ozono destemplado.
El trueno maldice su impotencia
y yo miro el artilugio
donde suena el Sebastián
que los años no ignoraron.

El llanto me acecha en cada frase.
El chelo lastima sus cuerdas para mí.
La violenta melodía
se apacigua en la esquina del dolor
y corro atormentado
hacia el vértigo de un arco.
Pero el silencio
es el compló del sonido fértil
y la paz vuelve a entrar en mi universo.