El consuelo

Aunque un día evoques
los poemas que las manos dibujaban en el aire
o el paseo al amparo de una orilla
o aquel vino que reímos inconscientes.

Aunque en alguna siesta amodorrada
abras el cajón donde duerme tu cuaderno
y encuentres la huella
de los senderos olvidados.

Aunque en tu tranquilo atardecer
yo te sonría desde el árbol-casa
y el pan se hornee con pausa pueblerina
y beses la mano que escribió la carta.

Aunque el tren te anuncie
la llegada a la estación lejana
que entonces guardaba
esbozos de esperanzas y futuros.

Aunque yo pase a ser
un amable despojo en tus memorias
tal vez no te haga daño mi recuerdo
por que nunca sabrás cuánto te quise.

Ejercicio deseado

Amarte entre colibríes quietos,
hablar de tí en las nubes de uva,
decirte versos de poetas que se mataron
entre dunas que migran ciegas,
vaciar de besos tus cerezas dormidas,
acudir cada siesta a la cita de tus ojos,
oler los azahares en tu pelo,
acunar el grito que nace en el suspiro.

Tormenta

Ahoga el cielo
una extraña paz inquieta.
Se hace noche
la hora de la siesta.
No hay viento
y un temblor turba a la espiga.
La pálida nube
muestra su garra oscura.
El pájaro esconde su vaivén.
La mariposa huye.
Han callado las cigarras
y las ramas quedan presas del silencio.
El sombrío valle
se tensa en una lenta inspiración.
Y luego
nada es lo que fuera hace un momento.
Suplica la raíz,
grita la hoja
y el agua
rebota contra el charco que ella engendra.
La tarde es trueno, fulgor,
lluvia y destrozos.

Casi así
fue tu amor entre los lirios.

Tu llegada

Sentado en una mesa sin fronteras
espero a que llegues con la bata descosida,
los zapatos con cordones malatados,
tus medias cortas,
tus cejas largas,
una pinza de ropa en la camisa,
en tu pelo una sortija,
un gorrión con el canto de un jilguero
empollando un galgo en tus palabras,
tu culto antiguo
de hablar bajito,
de bajar hablando,
de valsear silbidos,
de silbar bailando,
de morir prontito
y vivir volando.
Confío
en que dejes tres pasiones en la copa,
un dibujo,
un hilito de tu ropa,
la sonrisa en un espejo,
la bolita de pan sobre la mesa,
la cuchara zurda
y el malvón de aquel recuerdo en la ventana.

Amores imposibles

Esperando al tren que nunca llega
surgen de pronto
con la cita del sábado a la noche,
la del pelo tieso,
calcetín azul,
mocasín lustrado,
pantalón de estreno
y esa mágica colonia
que triunfa sobre todos los temblores.

Vienen disfrazados de bondad,
encerrados en cajitas con palabras
y algún pétalo agotado
que vivió en la flor que no se dieron.

Caminan por las orillas mudas
de paseos que terminan contra el tiempo,
entre luces que se encienden y se apagan.
Cuentan y oyen historias de familia,
sublimes
o bobas
o distantes.

Y luego se van,
si es que llegaron,
en los brazos de memorias mentirosas,
en los grises de relojes que funcionan,
y en las manos de un tiempo con heridas.

No tu palabra

Tu palabra no,
son tus besos los que a veces me perdonan.
El dolor de haber perdido
se apagó por un momento entre tus brazos
y fueron esa vez
tus pechos el puerto de mi viaje.
Y quise en tus caderas
ser la magia amanecida en aquel barrio.
Todo en vano:
en mi barca hay más bondad
pero menos valentía
y tus besos ya no saben a malvones.

Tu palabra no,
son tus ojos los que a veces me perdonan.

Destierro en la familia

Mis pasos ciegos
salen perplejos de la gruta.
Los relojes hace tiempo
que agotaron su rutina
y todo está igual a mañana,
a mi infancia,
a mi despertar.
Un pañuelo rojo,
una copla,
un tulipán.
El goce de un sí.
El goce de un no.
Andar descalza por la calle,
saludar a los fantasmas y a los niños,
bailar frente a un espejo
que me lanza en un vuelo con jilgeros,
tejer con el hilo de un trapito
el sueño de mujeres
que descubren vidas.
Romper silencios con letrillas
que el monstruo no comprende.
Pero el grito de mi padre
quiebra el cristal
y hoy no sé qué prometí.
Mi vida crece
en el hueco de la espera.
Sólo miro el horizonte
que dibujan los barrotes,
sueño con pañuelos,
estrofas, tulipanes…
me quito los zapatos,
fantaseo con la luz de los espejos
y espero que me traigan
las cuatro pastillas de colores.

Tal vez

Tal vez un día,
en agosto,
no sabré
si es mi frío o tu verano
el que me hace pensar en una historia
de arlequines, de magia y de acrobacia.
Tal vez aquella tarde
debí decirte adiós
y dejar entre papeles de colegio
mi rito adolescente de querer.
Tal vez aquella noche,
caminando por la cuerda de un ensueño
y ebrio del ayer,
debí dejar de ser
para olvidarte.

Te soñaba

Así te soñaba:
sentada en aquel banco
en el que el beso
sería una quimera temerosa,
soñando
que habitabas en mis sueños,
mirando cómo mis tormentas
no amarraban en tu puerto.
Así te soñaba
hasta que un día
de algún mes de los de siempre,
llegó a mi barca la vigilia
y ya no hubo temporales desbocados
ni nubes ni viento
ni escarchas en las noches
del invierno solitario.
Ni nadie en el banco
de aquel beso que no fue.