Pequeñas formas

Cuánto amor derrochado
junto a las pequeñas formas oscuras y antiguas
que pronto serán el dolor del fuego.

Sé que nunca podré luchar
con la desazón de saberte muerta
ni con los duendes
que atrapan las aves nocturnas.
Los dioses que maté
anidan en las tripas de un colibrí.

En mis desvelos tras el telón oscuro
dejo volar el sabor de los refranes,
las palabras que hieren la hierba
y la mano que un día derramó la sangre.

Atrapados

Mientras tanto yo moría
en el nombre tatuado sobre un banco de la escuela,
en el durmiente cautivo de las vías,
en el alba, cuando el rocío dibujaba mis pestañas.
Mientras tanto yo moría
y mi pasión comenzaba a renacer en otra fiebre.

Tú tejías hilos
con lágrimas heladas
y atabas recuerdos de lavandas
cabalgando entre arenas y pinares.
Nadie supo del poema triste
ni de los colibríes
que hace años dejaron tus sombreros.

¿También tú hoy eres otra
o aún está aquel beso
esperando una señal tras el reflejo?

La mujer de un sueño

La locura
ha navegado el mar de tus palabras;
dibuja un colibrí
que devora tus tobillos
y silba una nana a la peca de tu espalda.
Vive en la sonrisa de beso y silencio,
en el vidrio de tus ojos
que evocan quién sabe qué tristezas
y en ese terciopelo
donde mueren las ausencias.
Cuando el sueño te abandone
en la verdad de otros caminos
sabrás que estos versos
ya no hablan de ti.
Y yo en mi vigilia
tendré miedo de volverme cuerdo
y perderte en el bosque de los soles
que habitan por las noches mi poema.

Ejercicio deseado

Amarte entre colibríes quietos,
hablar de tí en las nubes de uva,
decirte versos de poetas que se mataron
entre dunas que migran ciegas,
vaciar de besos tus cerezas dormidas,
acudir cada siesta a la cita de tus ojos,
oler los azahares en tu pelo,
acunar el grito que nace en el suspiro.