Sentado en una mesa sin fronteras
espero a que llegues con la bata descosida,
los zapatos con cordones malatados,
tus medias cortas,
tus cejas largas,
una pinza de ropa en la camisa,
en tu pelo una sortija,
un gorrión con el canto de un jilguero
empollando un galgo en tus palabras,
tu culto antiguo
de hablar bajito,
de bajar hablando,
de valsear silbidos,
de silbar bailando,
de morir prontito
y vivir volando.
Confío
en que dejes tres pasiones en la copa,
un dibujo,
un hilito de tu ropa,
la sonrisa en un espejo,
la bolita de pan sobre la mesa,
la cuchara zurda
y el malvón de aquel recuerdo en la ventana.
Hermoso y triste, como llorar una sonrisa.
Yo quise darle más un tono de melancolía que de tristeza. Pero cada vez me convenzo más de que una vez escrito el poema pasa a ser del lector. Abrazos
Muy lindo lo de «llorar una sonrisa».
No lo tendré difícil para encontrar alguna mujer enigmática con la que ilustrar este poema lleno de sensualidad y añoranza pero prometo (solemnemente) esforzarme.
Seguro que dentro de los «pequeños surrealismos» la encuentras…
Un abrazo
Hermoso, gracias!
Sabía que te iba a gustar. Abrazo