Es una nube
ligera,
suave,
que a veces teje tormentas
en el rincón donde el día se evapora.
Un asiento
en el tren de los viajes imposibles
junto al muñeco
de la historia que no acaba.
Un portal dibujado al mediodía
por aromas a cazuelas,
a pan caliente,
y por juegos que se pierden en los años
Una línea
que camina despareja
entre lugares amados.
Un canto
que nos habló de proezas
y de libros que volaron.
Una esperanza
entre vacíos de espanto
y la sed que no se agota.
Un plato humeante
en la mesa extraña.
Y un dardo clavado en el anhelo.
Mi pueblo cambia
su ropa de entrecasa
cada vez que la noche
llega con su capa de marino
y una carta en sus manos temblorosas.
Cada poema tuyo es un zarpazo al corazón. Este especialmente por retratar el pueblo de la infancia, esos instantes tan intensos y únicos que deja tras de sí. Y el final: maravilloso. Transforma el poema y le da mayor dimensión, misterio y significación.Gracias.
Gracias por tus comentarios, Ester. A veces el poema surge entre lo que uno tuvo y lo que quisiera haber tenido …
Un abrazo