El desierto

                                                      Para Ester Rabasco,          
                                                      porque sabe leer la poesía

Ese desierto que se abre ante nosotros
con la lóbrega luz del invierno,
con la desesperación de un verano
que no acaba de morir,
con la amargura de la ausencia,
la violencia de la arena,
el rastro borrado de la huella,
con los labios quietos y quebrados,
ese desierto guarda entre sus infinitos granos
la semilla de una flor que cada tanto
hiere el lunático paisaje
y la esperanza de que un día
tras la línea amanezca el mar.

Intento inútil

En la calle
la paloma intenta mirar a dios.
Algo hay
que hace más desteñidas las plumas
y que el cuello no ayude
a picotear los granos esparcidos.
El señor que limpia las aceras
ha pasado por su lado
pero ella oculta su muerte
detrás del tronco del sicomoro.
La nube se mueve
con la parsimonia de un gato.
Alguna hoja rezagada del otoño
corretea entre los pies y las ruedas.
Junto al árbol
la paloma eterniza el intento
de mirar a dios.
El acto se torna imposible:
ella no ve
y dios no existe.