El pañuelo tirante
abraza su cabeza
y cubre los signos innegables:
ese páramo reciente,
el color de la impotencia,
algo de la piel triste
que entristece el vacío
de unos ojos que ya miran desde afuera.
Su juventud escupe la injusticia.
Y yo, hundido en ese viaje,
querría invitarla a un café
y decirle aquellas cosas,
que son
algunas ciertas, otras mentiras,
todas bobadas:
hay mañana, ya verás,
no te anticipes,
lo importante es el camino recorrido…
Un poema cumple su trabajo cuando te hace sentir e imaginar y este lo ha conseguido conmigo.
Un saludo!
Sí, tal vez sea el objetivo más claro: hacer sentir e imaginar. Estoy contento de que contigo haya cumplido, Alex.
Invitala! Las cosas ciertas, las bobadas, que te hablen, que te miren, eso es seguir viva. Y no la mirada velada con la que a veces sabe que la miran, como si la miraran muerta……
Es cierto. La muerte nunca debería estar en la mirada del otro.
Con qué cuidado y respeto, transmites el dolor de la constatación de una pérdida que se avecina.
Gracias, Lectora. Creo que hay temas como éste, especialmente difíciles para tratar con cuidado y respeto. La poesía ayuda a hacerlo. Gracias por la visita.
Simplemente, ¡bello!
Un abrazo desde Canarias,
Jesús
Gracias, Jesús!