Querría invitarla a tomar un café

El pañuelo tirante
abraza su cabeza
y cubre los signos innegables:
ese páramo reciente,
el color de la impotencia,
algo de la piel triste
que entristece el vacío
de unos ojos que ya miran desde afuera.
Su juventud escupe la injusticia.
Y yo, hundido en ese viaje,
querría invitarla a un café
y decirle aquellas cosas,
que son
algunas ciertas, otras mentiras,
todas bobadas:
hay mañana, ya verás,
no te anticipes,
lo importante es el camino recorrido…