A Camarón de la Isla
Deja la vida
en el quejío
de una muerte azul
y un amor de barro.
Y vuelve en cada coda
de lágrima y adiós.
Así hasta el maldito día
en que olvida renacer
y su voz se sumerge en la negrura
sólo por ver si es cierto
que su cante vive también en la nada
donde el silencio cerró su boca
con un mar de humos y desiertos.
Pero a este lado del camino
seguimos oyendo el desgarro
que abraza las guitarras
en el brusco socavón de una falseta.
En esta tierra arrasada
qué pobres seríamos,
Camarón,
sin el duende de tu voz.