El círculo no acaba de cerrarse
y miramos el desconcierto que irrumpe
desde las sombras que ocultan el camino.
Una inclemencia helada cae en el hueco oscuro.
El sereno ya no enciende los faroles.
Esa noche nos niega
la calma de la voz amiga.
Caminamos sobre gélidas baldosas
y todo se mueve entre lo gris y la ausencia.
No hay cobijo que aquiete el temblor.
Es la hora del invierno.
Y sin embargo amanece.