La calle es el cobijo
del tejo, la bolita y la rayuela.
En el potrero
la pelota.
Y la bici
transporta a los actores
a mundos insondables.
El niño mira
los mágicos objetos sin pasado.
El misterio se evanesce
si volvemos, ya de adultos,
para sólo comprobar
la mentira del recuerdo.
Los espejismos son reales en algún lugar del pasado, en algún lugar de los sueños, en algún lugar de recuerdos reales o fraguados, en algún lugar del deseo. No sé si tenemos a fin de cuentas algo más real y sólido que su aire intangible.
Me dejaste un tema para otro poema. Te lo robo. Cada vez se hace más real y sólido el espejismo de ese pasado-deseo.