Adioses de cobre

Por esos juegos del azar volvía de una exposición de Barceló cuando Pablo me llamó para decirme que Ruth había muerto. Ella estuvo siempre en mi vida como estuvieron todas esas hermosas personas que mis padres conocían. Nos han dejado un recuerdo difícil de explicar. Espero que la poesía ayude a hacerlo.

Adioses de cobre

A Ruth Varsavsky, amiga

Ya no hay nada.
Las puertas se abren
a cuartos vacíos,
a pasillos que cegaron sus ventanas,
a talleres con lunas menguantes,
gallos que no ven,
espejos opacos,
brujitas muertas.
Ya no hay nada.
Sólo libros que cuentan historias
que no están en los libros.
Cuadros que pintan retratos
de modelos ausentes.
Pasos que resuenan
en estúpidos silencios
dibujados por alcoholes de una tarde.

Ya no hay nadie.
Sólo queda un adiós
en la marchita plancha de cobre.

La frontera

La hicieron una noche
de vaga paz.
Siempre se hacen así:
de espaldas a los sueños,
de cara a las mentiras.
El río quedó del otro lado.
También la acacia, la novia,
un profe, el compinche,
la escuela y la tahona.

Así hicieron ellos la frontera
y así nosotros
lloramos las ausencias
y miramos con tristeza
la herida del alambre
entre postes de cemento.