Desnuda

Sola, apenas quieta,
la envuelve un suave olor
a violetas, a cortezas,
a hojas que han caído.
Sola, apenas quieta,
la fiebre roza su incipiente desnudez.

Los claros ojos
miran su belleza y la comparten.
Su mano busca
dar gozo al deseo que despierta
y descubre lentamente
los huecos del placer.

Sola, apenas quieta,
la virgen espera
el momento del saber.

Cúspide

Detrás de la seda
las señales y los guiños
avivan los deseos turbados.
La idea retoza entre los poros
al son del máximo momento
que se demora recorriendo el goce.

La yema apenas toca
algún pequeño monte,
una sola suavidad,
la demencia de algún hueco,
el fugitivo que no corre.

De un momento a otro
lo impensado estará sobre los pliegues
resbalando entre gotas,
adentrado en el camino
que descubre cada vez que lo transita.

La serpiente devora la crisálida
y la mariposa suspira
su último deseo.
El vuelo se ahoga en el viento
junto a la flor reciente
que estalla en peces de colores.

Mientras detrás de la seda
las señales y los guiños
abandonan la idea
cuando el máximo momento
entra al sueño del recuerdo.