Embarcarme en el ocaso
para gozar del renacer junto al timón.
Ser niño y jugar con los cabos y las velas.
Mirar la tempestad desde el vencido ancla.
Refugiarme en el camastro del relato.
Navegar hasta el adiós de los paíños
y allí derivar añorando la hoja del almendro.
Y así seguir
sin llegar nunca a la costa que soñamos.
Navegamos por los mismos mares, Gabriel.
Así es Emma. Y vamos sorteando las tormentas. Abrazo
De visita en tu blog. Un placer leerte.Te invito a mi blog.
caminantecaminemos.blogspot.com
Mi saludo con infinito respeto.
Gracias por tu visita, Miriam. Ya pasearé por tu blog. Un saludo