Soy el esclavo que puso piedras
en el santuario de malparidos.
El habitante de las cunetas.
El que tuvo miedo
y no por eso dejó de odiarte.
El que pensaba en el sol
día tras día.
El que habitó los montes.
Soy el desnucado.
El que no pudo cantar.
El que no pudo volver.
Soy el hijo que robó tu iglesia.
La madre seca.
La que espera en vano.
Soy ateo
y no tiene sentido que te diga
que te pudras en el infierno.
Pero en algún lugar
te estás pudriendo eternamente.
Bueno, Gabriel. Pero tú por si acaso no tengas reparos y mándalo al infierno.
Sí, Javier. Y más lejos. Un abrazo
¡Muy agradable expresar el enfado mediante un poema!
Me gusta “Veinte ene”
Y, Es un placer descubrir “Para mí un cortado”.
Rkia
Gracias, Rkia. Pásate por aquí cuando quieras!
Si supiéramos de algún material para avivar el fuego…
El mismo que avive la memoria