La ventana del bar,
abierta a la vereda,
dibuja bicicletas distraídas,
caminantes apurados,
bocinazos,
colectivos que no frenan,
fruterías,
el taller,
un chiflado que se ríe de su risa,
una anciana que se encorva en su bastón
y la hermosa mujer
que esfuma las lagañas de mis ojos.
Las ventanas forman parte del universo poético de Gabriel. Tal vez bajo el falso bullicio exterior la pulsión de la calma interior se vea solivientada (o es a la inversa?)
Es cierto, Javier. Las ventanas me rondan. Me gusta esa capacidad que tienen para mostrarnos otros universos. Sobre todo cuando están cerradas y uno mira a través del cristal sin oír lo que ve.