En octubre del 2009 murió Santiago Mellibovsky. Santiago y Matilde, su esposa, lucharon durante más de 30 años por encontrar a su hija Graciela, secuestrada desaparecida por la última dictadura argentina. Conocí a Santiago y Matilde cuando yo era chiquito y jugaba con su hijo Leo. Eran amigos de mis padres. Luego, como suele decirse, la vida nos llevó por distintos caminos y dejamos de vernos. Nos reencontramos aquí, en Barcelona, cuando Liliana y Leo llegaron de la Argentina integrando la tropa del duro exilio. Se ve que la vida no nos había llevado por caminos tan distintos…
Unos días después de la muerte de Santiago escribí este poema.
Se van
A Santiago Mellibovsky, in memoriam
Se van
cansados, con bronca,
las manos vacías,
la tristeza instalada en miradas que buscan
en los pozos del tiempo,
en la náusea, el aullido,
en los fondos del mar gris.
Se van
con la boca seca de gritar el nombre,
sólo con el recuerdo,
con la foto,
un cuaderno,
la sonrisa,
el guardapolvo,
el muñeco que despide la niñez.
Y a veces un poema.
Se van
rotos;
arrastran los pies por un camino amargo
sembrado de astillas,
de huellas perdidas,
rojas, borradas.
Arrastran los pies por la vejez deshecha,
por la esperanza,
por el eterno girar.
Se van.
Ya se van.
Se están yendo
y somos nosotros los tristes,
los solos, los mudos,
los que no sabemos,
los que no podemos decirles adiós.
Nos miramos sin vernos
en el hueco del ojo vacío,
en la mudez de la boca yerma,
en la limosna que no se da,
en el hijo que no nació,
en el mapa con fronteras de alambre de espino,
en el óxido del barco hundido,
en la paz que no viene
porque ya ha muerto en la espera atroz.
Hace unos tres años, un jueves cualquiera en Plaza de Mayo, lo vi a Santiago. Una conocida mía le estaba haciendo una pequeña entrevista. Se estaba fijando en un padre de la Plaza de Mayo. Él no me reconoció, claro; yo a él sí. Diría que se van, que se fueron, con toda esa tristeza que expresás, con toda esa soledad. Diría también que se van con la dignidad de los que perdieron, de los que perdimos.
Cuando se cumplen 34 años del golpe de estado, y ya tantos se fueron, hay que seguir alzando la voz para decir dignamente, sin vergüenza del resentimiento: no perdonamos. no olvidamos. no nos reconciliamos.
(a veces me da bronca la dignidad, creo que porque es de lo poco que nos dejaron).
No perdonamos, no olvidamos, no nos reconciliamos. Tal vez así los que se van no se sientan tan solos al saber que nosotros seguimos.