Conocer el contorno perfecto
de lo que lleva mi impronta
aunque nunca será mío.
Descubrir la porfiada línea
que impide que toque mi mano.
Saber si el infinito que dibujan
es el mismo que dibuja el universo.
Cuando los miro se aleja
el momento de entender
el abismo que levantan los espejos.
El «otro» siempre nos ha inquietado. Tal vez dentro del espejo vive el que no queremos ser, pero como tú sabes, Gabriel, a ese desconocido también queremos amarlo. Buen poema.
(no sé si he repetido el comentario)
A veces pienso que lo que realmente nos inquieta y atrae es lo que el espejo no refleja. Gracias por la visita, Tomás