El perchero espera
a que el pensamiento decida colgarse
y descansar de planes imposibles,
castillos de naipes,
novias impacientes.
Entonces el peso de un loden lo rompe
y origina una cadena de infortunios:
manchas indelebles, móvil inservible,
siembra de monedas
y una agenda que equivocará
eternamente las citas importantes.
Es indudable que como huésped
hubiera sido mejor el pensamiento.
Es un poema, y es un pequeño relato. Me encantó la discreta y delicada personalidad del perchero!
y sufrido…
¡Muy bello poema, Gabriel!
¡Me encanta!
Rkia
Gracias, Rkia!
Te felicito por la idea tan especial de dar protagonismo a un perchero. Yo misma tiendo a darle vida propia a los objetos. Triste y bello. Beso!
Gracias Beatriz! Sí, lo de dar vida a los objetos es interesante. Al principio nació como una especie de juego pero creo que ahora dejó de serlo y se instaló como tema.