En el fondo del mar
la caracola aguarda su futuro hueco.
El agua ahoga una hélice de ausencia
que anima vanamente la llegada de la luz.
Nada alumbra la casa sin huésped.
En el portal
el pequeño pez se espanta
del laberinto eterno.
Un alga acaricia sus escamas
y su esmeralda ahuyenta el miedo esquivo.