Vivió en la madera
y en los labios de la orilla.
Amó los rincones
pintados de distancias,
el color de los lagartos dormidos
y ese sol que castigaba la laguna.
Y luego
por la línea que labraba el horizonte
caminó sin saber
la noche y su infinito.
Vivió en la madera
y en los labios de la orilla.
Amó los rincones
pintados de distancias,
el color de los lagartos dormidos
y ese sol que castigaba la laguna.
Y luego
por la línea que labraba el horizonte
caminó sin saber
la noche y su infinito.