Tus piernas cruzadas
insinúan aldeas profundas,
anhelos de placeres futuros
sólo pensados.
Sería divertido darte este papel.
Contemplar el gesto de tu boca
atractiva, no muy linda;
ver qué hacés con tus manos,
finas, hermosas.
¿Te arreglarás el pelo? largo,
lastimosamente coloreado.
¿Moverás tus piernas?
estilizadas, perfectas,
que se agotan en dos pies
con dedos regordetes,
decididamente feos.
Tal vez entonces
dejen de insinuarse
las profundas aldeas,
los placeres sean presentes
y volvamos a empezar.