Hoy llueve en Valldoreix y las gotas de agua se empecinan en chocar contra la ventana de mi estudio. Me atrapa el ruido que hacen. Y no sólo el ruido. Ya es de noche y las gotitas en el cristal reflejan las luces de las casas vecinas que se amplían y adquieren un aspecto fantasmagórico. Me quedo embobado mirándolas. Luego escribo:
Gotas, luces, pequeños sonidos.
La lluvia me alcanza
casi en la meta de un atardecer distante.
Mi ventana es un cristal voluble
por el que veo luces que palpitan
y tornan la imagen en deseos.
El invierno está aquí
aunque yo me resista a su presencia.
Siempre vuelve,
comparece con su abrigo gris,
su año nuevo, su poda y su sombrero
incapaz de acomodarse a mis anhelos.
Y así y todo
no puedo decir que me disguste.
No deja de ser yo
vestido de frío y de aguacero
cualquier tarde de estas
en un país lejano.
En estos días de frio me vienen los recuerdos de este verano en Quimilí ( Santiago de l’Estero ), me pregunto porqué, allá el frío es bien diferente, con aire i arena volando sobre nuestras cabezas, sin ninguna gota de lluvia, exeptuando nuestro primer dia al pueblo, algo inusual en esa epoca del año, fue nuestro recibimiento, unas goticas.
No hay gotas, las luces brillan distino, son otros los sonidos y sin embargo el poder evocador del invierno parece no tener fronteras. Nuria, me tienes que contar tu viaje. Gracias por el comentario.